Nos toca
conocer a fondo Santiago 1: 13-16. Santiago, como un cristiano práctico, nos
muestra la escalera descendente que se abre frente a aquellos que ceden a las
tentaciones. Leamos con cuidado: “Cuando alguien tenga una tentación, no diga que es tentado por
Dios, pues a Dios no lo tienta la maldad ni tampoco él tienta a nadie. Uno es
tentado cuando se deja llevar por un mal deseo que lo atrae y lo seduce. Luego,
el deseo malo da a luz el pecado, y el pecado, una vez que ha crecido, conduce
a la muerte. No se engañen, mis estimados hermanos”.
Este es un
pasaje totalmente descriptivo y podemos considerar tres factores que emergen de
él de manera natural:
1. Lo
inevitable de la tentación. Pongamos atención en la palabra cuando (v. 13). Nunca habrá un lugar
ajeno a la tentación, ni siquiera lo hubo para el monje medieval apartado en un
monasterio remoto. Él pensaba que estaba protegido, pero su mente se encontraba
ahí intacta, lista para envolverlo en las imaginaciones sensuales más
increíbles. No podemos escaparnos de las tentaciones. Nunca.
2. La
tentación nunca proviene de Dios. Esto aparece con toda claridad en el
versículo 13. Dios jamás puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie.
Debemos recordar que Él es santo. Perfectamente puro. Totalmente separado del
pecado. No hay ningún puente de contacto entre el pecado y Él.
En tu próxima batalla con la tentación cuando estés listo(a)
para implicar a Dios por lo que sucede, no pierdas el tiempo. Tú recibes
atracción y seducción por tu propio desorden de sentimientos (concupiscencia).
Es como los robos a los bancos con ayuda de adentro. Tienes que asumir las
consecuencias, porque solamente tú eres el responsable. Esto queda totalmente
claro en el versículo 14.
3. Los
deseos desordenados (concupiscencia) siempre sigue el mismo proceso. Lee con
mucho cuidado Santiago 1: 14, 15 y podrás distinguir nítidamente la escalera
descendente. Analicemos juntos detalladamente.
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Primer paso: Se lanza el anzuelo con la
carnada.
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Segundo paso: El deseo desordenado de tu
interior (concupiscencia) es atraído por la carnada.
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Tercer paso: A la conjunción de ambos
sentidos de la tentación si cedes, el pecado ocurre. Siguiendo el ejemplo es
cuando muerdes la carnada.
ð
Cuarto paso: Inmediatamente producido el
pecado se activan las consecuencias trágicas. Como el pez al morder el anzuelo
sella su destino… así terminamos fritos.
Volvamos a
lectura nuevamente a Santiago 1: 13-16. Así como encontramos una escalera
descendente, del mismo modo nos provee un pensamiento de alerta. ¡¡¡Despierta!!! Es urgente comprender
que el ceder a la tentación siempre nos traerá consecuencias trágicas. Aquí hay
una advertencia clara y urgente de eliminar todo “juego” con la sensualidad
porque siempre se termina perdiendo… dignidad, respeto, credibilidad y
confianza.
Recuerda que
se asemeja la atracción de Santiago con la de la carnada del anzuelo, si
respondes a su atracción el resultado siempre va a ser fatal. Esta
significación es segura porque se utiliza en el original griego la palabra
técnica que se usa para la pesca.
En la pesca
para atraer al pez hay que tener el anzuelo adecuado, con el color y tamaño
adecuado, y la correcta carnada, de modo tal que el pez se vea “seducido” o
“atraído” por ella y muerda el anzuelo quedando atrapado a expensas del
pescador.
Nuestras
vidas del mismo modo. Nuestro enemigo, astuto y habilidoso, sumada su
experiencia en la materia de seducir, sabe cuál es la mejor carnada para
seducirte; conoce tu carácter, horarios, capacidades y talentos, entonces conoce
cuál es la mejor carnada para atraernos.
Te hace
pensar en una manera muy fácil y cómoda para satisfacer los deseos más íntimos
de tu corazón, como cazador experimentado, te conoce, sabe tu comportamiento.
Entonces, a menos que nos afirmemos en el poder de Cristo y con plena
conciencia (Romanos 12. 1, 2) apliquemos los mismos principios bíblicos que
aplicó José, indefectiblemente cederemos a la tentación y al ser atrapados por
ese “anzuelo” sufriremos las terribles consecuencias.
Por esta
razón Santiago termina con una seria advertencia este tema: “No erréis”
(Santiago 1: 16).
Grabemos en
nuestra memoria las palabras del evangelio que se mencionan en:
ð
Mateo 4: 1-11… aprende la Palabra de Dios
y úsala, cítala en voz alta. Usa la espada contra el enemigo.
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1 Corintios 10: 13… Tú no estás solo(a).
Clama al Señor y Él te ayudará para soportar y escapar.
ð
Santiago 1: 13-16… No te dejes engañar.
El anzuelo caerá inevitablemente. No cedas, si lo haces experimentarás
consecuencias trágicas. Si rechazas el engaño y la seducción, permanecerás
seguro(a) y confiado(a).
Recuerda esto
para toda tu vida, Dios te recompensará cada situación que venzas con dominio
propio.