El mundo, la vida cotidiana, cada persona, las sociedades,
como lo quieras presentar nos dan un claro indicativo del sometimiento al mal y por ende a la
satisfacción del deseo sensual desordenado, fuera del lugar para el cual fue
creado. Debemos reconocer que la sexualidad es la fuerza de impulso de muchas de las actividades humanas hoy en día en sus más variadas formas y perversiones.
Somos una sociedad que sólo se preocupa por el comer, beber y gozar de
los placeres del día a día, vivir sólo el presente, el hoy, en lugar del dolor
del mañana o la consideración de lo sucederá como consecuencia de lo que hacemos hoy. Se vive bajo la consigna: "Todo tiene solución".
Así se piensa en el diario vivir, lo que hace que muchos vivan con el dolor y éste sea cada vez más agudo, creando rencores, odios, burlas, menosprecio, venganzas, etc., pero pretenden tapar el sol con un dedo al considerar el placer como el paliativo o lo peor la solución para desterrar de dentro de sí tal situación dramática. Buscando y buscando placer momentáneo
que oculte por un momento el dolor diario pero a la vez acumulan más y más
dolor para el mañana.
Es fácil, muy fácil abrazar un estilo de vida consagrado al
placer. Aún cuando nuestra conciencia nos dice lo contrario porque las consecuencias interiores son devastadoras, degradantes e inhumanas en el mejor de los casos, por no decir animales.
Nos atrae aquello que da satisfacción momentánea pero que no arregla en ningún caso la
necesidad de fondo o final. El placer por el placer es atractivo porque no compromete, no nos hace profundizar, es un frenesí de sensaciones que maravillan en un instante y se anhela por la esperanza que por un acto de especie de magia todo cambie en la realidad. Fácil es vivir el momento, estar satisfechos al
momento sin importar las consecuencias. ¡¡¡Cuán difícil es decir NO!!! De sobre
manera cuando el deseo desordenado de los sentidos dice: ¡¡¡SI!!!
"Los que siguen la mentalidad humana, sólo piensan en satisfacerla, pero los que viven según el Espíritu sólo piensan en satisfacer al Espíritu. El que se deja controlar por su mentalidad humana tendrá muerte, pero el que deja que el Espíritu controle su mente tendrá vida y paz. Cuando alguien se deja controlar por su mentalidad humana está en contra de Dios y se niega a obedecer la ley de Dios. De hecho, no es capaz de obedecerla; los que tienen la mentalidad humana no pueden agradar a Dios. En ustedes no predomina la mentalidad humana sino la del Espíritu, porque el Espíritu de Dios vive en ustedes. El que no tiene el
Espíritu de Cristo, no pertenece a Cristo. El cuerpo de ustedes está muerto por culpa del pecado, pero si Cristo está en ustedes, Dios los aprobó y el Espíritu les da vida. Dios resucitó a Jesús de la muerte. Y si el Espíritu de Dios vive en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo le dará vida a su cuerpo mortal por medio del Espíritu que vive en ustedes.
Por eso hermanos, tenemos una obligación pero no es la de vivir según la mentalidad humana. Si viven de acuerdo con la mentalidad humana, morirán para siempre, pero si usan el poder del Espíritu para dejar de hacer maldades, vivirán para siempre.
Los hijos de Dios se dejan guiar por el Espíritu de Dios. El Espíritu que ustedes han recibido ahora no los convierte en esclavos llenos de temor. Al contrario, el Espíritu que han recibido los hace hijos. Por el Espíritu podemos gritar: «¡Querido Padre!» El Espíritu mismo le habla a nuestro espíritu y le asegura que somos hijos de Dios. Por ser hijos de Dios recibiremos las bendiciones que Dios tiene para su pueblo. Dios nos dará todo lo que le ha dado a Cristo, pero también tenemos que sufrir con él para compartir su gloria.
Romanos 8: 5-18 (PDT).