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martes, 6 de mayo de 2008

La oración: ¿Carga o alivio?

MJ Más jóvenes... ¡¡¡Locos por Jesús!!!Debo decirles que las siguietes líneas no serán el consabido pensamiento religioso sobre la oración. Debo confesarles que posiblemente no soy capaz de hacerlo. Lo usual es que casi todo lo que hemos oído sobre la oración, nos deja bajo una pesada sombra de culpabilidad o el hastío de frases esterotipadas muy piadosas y frases impactantes pero vacías. La gran pregunta frente a nuestra realidad es ¿de qué nos sirve? pues he aplicado todo lo que me dicen pero me quedo con la misma sensación de incapacidad de orar o fracaso de mantener una disciplina en este aspecto de mi vida cristiana. Lo cierto que en la Biblia la oración cumple un papel destacado pero frente a un mundo a la deriva como el que vivimos podemos poner en duda si tiene un papel destacado hoy en día.
Mi idea es poder darte elementos que te permitan tener un mejor concepto de la oración y descubrir que tal vez has estado luchando con una distorsión de la oración y no con la oración verdadera.
LA BIBLIA Y LA ORACIÓN
En Filipenses 4: 1-12 se nos menciona varias cosas que todos queremos:
>> Deseamos estar firmes en nuestra fe (4: 1)
>> Deseamos tener una actitud gozosa durante todo el día (4: 4)
>> Deseamos que nuestras mentes se ocupen de cosas provechosas (4: 8)
>> Deseamos vivir plenamente los principios de Dios para ser inundados de paz (4: 9)
>> Deseamos contentamiento y satisfacción (4: 10-12)
Sí, todos queremos estas cosas; pero pocos las experimentamos de manera regular.
¿Qué pasa entonces? Tal parece que nuestra frustración se hace más y más profunda; las preocupaciones diarias aumentan; y muchas veces nos invade la irritación haciendo que nos sintamos resentidos. Luchamos con sentimientos como: "Soy hipócrita, un mal ejemplo de cristiano". Y lo más interesante es que lo primero y único que nos sacará de esta situación es lo último que probamos: LA ORACIÓN.
Lee lo que dice Filipenses 4: 6, 7 (RVR). Tal vez resulte un texto bastante conocido por lo cual a perdido impacto. Por ello leamos estas palabras en otra versión bíblica:
"No se afanen por nada; más bien oren por todo. Presenten ante Dios sus necesidades
luego no dejen de darle gracias por sus respuestas. Haciendo esto sabrán ustedes lo
que es la paz de Dios, la cual es tan extraordinariamente maravillosa que la mente
humana no podrá jamás entenderla. Su paz mantendrá sus pensamientos y su corazón
en la quietud y el reposo de la fe en Jesucristo". (Filipenses 4: 6, 7 -Lo más
importante es el amor-)

¡Tremenda declaración! Quiere decir que cuando oro, la ansiedad, la creciente irritación y las luchas internas que me revuelven, se desvanecerán, de hecho serán sustituidas por la paz interior y por todas esas otras cualidades que tanto deseo.
¿Sabes lo que impide entrar en la verdadera oración? Los envoltorios tradicionales que se han puesto alrededor de ella. La caricatura que ha surgido a través de los años por el modelo tradicional (no bíblico), es ahora una disciplina autoimpuesta que produce sentimiento de culpa, en vez de ser una práctica que alivia de ansiedad. Esa oración no viene de Dios.

La perspectiva de Pablo acerca de la oración es esta: Produce paz, no la quita; alivia toda ansiedad, la idea no es crearla o ponernos un peso de culpa encima. Sin embargo, como te darás cuenta, muchos enseñan que la oración eficaz o espiritual, debe ser ardua, larga e incluso dolorosa; y que hemos de perseverar en ella durante horas sin interrupción... rogando, anhelando, esperando, sufriendo.
Lee bien las siguientes palabras y sin sorpresas. Uno no encuentra nada de eso en las Escrituras. Exceptuando ciertos casos extremos y muy limitados, la oración nunca es larga ni difícil de sobrellevar. No hay ningún personaje bíblico que luchara con sentimientos de culpa por no haber orado durante bastante tiempo. ¡¡¡Cuidado con hacer de lo extremo nuestra regla de fe!!! En cuanto a la oración, despojémonos de todo ese tradicionalismo falaz y volvamos al modelo que nos dejó nuestro Salvador cuando anduvo y habló entre nosotros.
En los días de Jesús la oración había degenerado por lo menos en cinco aspectos específicos:
1. Había dejado de ser expresión libre para convertirse en un ejercicio formal. Existan oraciones hechas para todo tipo de ocasión. La oración era alfo formal, litúrgico, uniforme, por lo tanto, rutinario y carente de originalidad.
2. La oración era ritualista en lugar de ser espontánea. Había horas fijas para orar. Asimismo había lugares fijos para orar: los preferidos eran las sinagogas.
3. Se hacían oraciones largas, con una gran verbosidad y llena de adjetivos. De hecho, existía la creencia que Dios oía más fácilmente que aquellos que se extendían en oración. Cuanto más floro ponías a la oración, mejor.
4. Se repetían constantemente palabras y frases.
5. El orar llegó a ser una razón de orgullo más bien que una expresión humilde delante de Dios. Orar me llevaba a ser reconocido y no hacia que me humille ante mi Creador.
LAS INSTRUCCIONES DE JESÚS
Jesús nos dio pautas a llevar adelante para lograr una vida de oración que satisfaga y honre a Dios. Jesús hace tres declaraciones fuertes y todas ellas negativas:
1. No seas hipócrita (Mateo 6: 1, 2, 5, 16). Jesús reservó para la hipocresía sus comentarios más duros. Podemos decir sin temor a equivocarnos que la despresió.
Por tal motivo mandó reserva y soledad para el momento de orar (Mateo 6: 6). La oración no es algo que uno hace para que lo vean; si se convierte en una plataforma para impresionar a otros, pierde su valor y propósito. Se trata de un acto de devoción privado, no de una demostración pública de piedad. Según Jesús, su sitio es el lugar apartado y secreto donde solo nosotros participamos.
2. No utilices mucha repetición (Mateo 6: 7, 8). Jesús nunca consideró la oración como un implorar, mendigar o machacar delante del trono de Dios. El Padre conoce a sus hijos, sabe lo que cada uno necesita, conoce tu corazón y con acierto sabe tu necesidad fundamental; por lo tanto no hay razón para pensar que el entrar en contacto con Él requiere palabras especiales repetidas de modo excesivo.
Hoy tu oración requiere con urgencia frescura y espontaneidad.
3. No albergues nada contra otro (Mateo 6: 14, 15). Esto es una realidad desde el Antiguo Testamento. "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado" (Salmo 66: 18). Si deseo la limpieza, debo cerciorarme que todo esté bien en mi relación con los demás.
La oración es alabanza y gratitud, intercesión y peticiones, meditación y confesión. Al orar nos concentramos por entero en Dios; ganamos nuevo celo para seguir adelante, una visión más amplia de la vida, y más determinación para resistir.
Ningún débil ser humano se hace del dominio de los acontecimientos y los cambia pronunciando unas pocas palabras en oración. Es Dios quien les da la existencia, quien cambia las cosas, quien gobierna. Cuando tú y yo oramos, cambiamos, y ese es uno de los motivos principales por los que la oración constituye tan magnífica terapia para contrarrestar la ansiedad.
EL ÚLTIMO ALIENTO

La oración verdadera, de aquella que Jesús enseñó y que Él ejemplificó es realista, espontánea... una comunicación práctica con el Dios vivo que produce como resultado el alivio de la ansiedad personal y una confianza tranquila en que nuestro Dios tiene bajo su control todas las circunstancias que nos afectan.

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