Cuidando el físico... diviértanse

La hora en Lima

miércoles, 22 de julio de 2009

El Principe Azul

MJ Más jóvenes... ¡¡¡Locos por Jesús!!!

El amor verdadero no nos hace ciegos, sino al contrario, nos da la verdadera visión de la persona, de la realidad. Permite ver los defectos y las debilidades de otro y a pesar de eso amarlo, aceptarlo tal como es.
Cómo podemos saber que amamos a alguien, cuando sus defectos no nos molestan. Ciertamente no serán los defectos los que se aman, pero se ama al otro con sus defectos, se siente uno responsable con él.
Aquí debemos tratar un tema real en una relación de enamorados, la verdad. La verdad usualmente hace daño, sobre todo cuando tiene fundamento. Todos somos sensibles por ese lado y, en particular, los hombres cuando nos critican las mujeres. ¿Por qué la verdad nos fastidia? Porque somos pecadores y no podemos aceptar nuestra debilidad o defecciones.
Usualmente los hombres esperamos estas cosas de la mujer:
“Debe estimular con una crítica incansable y franca para que pueda alcanzar el más alto bien”.
“Aunque la defraude, no debe retirarme la confianza. Debe ayudarme sin desfallecer a superar mis inclinaciones malas… No debe ser apañadora sino hablar inmediatamente en qué le he herido”.
No queremos una mujer facilota, sino una mujer en el plano de la igualdad, que se mantendrá a mi lado ante Dios. Solamente con una compañera así se puede llegar a ser verdaderamente y completamente una sola carne, un ser nuevo y vivo. Pero esta clase de comunión, exige la crítica recíproca.
En el tema sentimental tenemos que tener cuidado de cómo usamos la Palabra de Dios. Hoy en día hay mucha ligereza para mencionarla, es decir se la usa al azar con el fin de demostrar que quien la menciona tiene la razón. Los textos bíblicos no son etiquetas de garantía que justifican lo que pensamos a los ojos del mundo. Lo que muchos "famosos" hacen hoy en día es algo así, ¡¡¡fíjense, Dios piensa como yo!!!
La Palabra de Dios es “como un martillo que rompe las rocas” (Jeremías 23: 29). La Palabra de Dios quita lo que estorba, lo que hace mal, forma y transforma. ¡¡¡La Palabra de Dios nos impele a combatir!!!
El principio bíblico de vida matrimonial se encuentra claramente establecido en Efesios 5: 21-33. Siendo su principal fundamento la sumisión recíproca y dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (v. 21) y cuyo fin es reflejar la relación de Cristo con la iglesia.
Esto significa para “las casadas que estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor” (v. 22) y continua la explicación hasta el versículo 24 inclusive. Pero en el versículo 25 se nos enseña lo que significa para el hombre: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó asimismo por ella”. Esta es una oración verdaderamente formidable, tal vez toda una vida no sería suficiente para meditar sobre su profundidad pues expresa en última instancia la relación de Cristo, el eterno Hijo de Dios, con la iglesia que compró con su preciosa sangre en la cruz del Calvario y a quien se encuentra divinamente unido para toda la eternidad.
¿Cómo amó Cristo a la iglesia? La sirvió, trabajó por ella, la ayudó, la consoló e incluso (lo que era un trabajo de esclavo) lavó sus pies.
¿Puedes experimentar cómo la Palabra de Dios es una espada de dos filos que hace daño? Cristo no fue precisamente lo que los hombres hubiéramos querido que fuera: un caudillo, un cacique, un leader, o dictador que se hace servir. Fue el esclavo de su iglesia. Utilizó la palabra con intención, y molestó los oídos de la gente de su época. El fue jefe de su iglesia precisamente en su condición de esclavo. Oigan esto claramente: El hombre es jefe de su mujer en la misma medida en la que es su esclavo.
¿Sabes lo que es más terrible? La iglesia no siempre le obedeció, muchas veces utiliza triquiñuelas y racionalizaciones para hacer lo que le da la gana en su nombre, ¡¡¡terrible!!! Encima hacemos toda clase de críticas con respecto a la iglesia.
La realidad es que la iglesia tiene tantos aspectos desagradables, cuando pensamos en las tensiones y en las disputas continuas a su interior. Pero es a esa iglesia a la que Él la amó, y fue por ella por quien murió. Con su amor la hizo digna de ser amada. Cuando ella le obedece, no lo hace como un deber, sino por lo mucho que la ama, porque no puede vivir sin su cabeza.
Por esta razón el hombre debe luchar bajo la dirección de la Palabra de Dios por la mujer que ama como Cristo luchó por su iglesia. Lo que el hombre luche por ella será el servicio que le ofrezca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

dejenme decirles que este argumento llega ami en momentos en que buscaba ayuda de mi dios y tengo la certeza que ustedes me ayudaron a entender y enamorarme mas de mi esposa de la cual doy gracias a dios todos los dias que mi dios y señor los siga bendiciendo grandemente bendiciones