Cuidando el físico... diviértanse

La hora en Lima

viernes, 26 de junio de 2009

¿Cómo casarme... si no conozco?


MJ Más jóvenes... ¡¡¡Locos por Jesús!!!

Nunca la inestabilidad de un matrimonio viene por el desconocimiento de los órganos físicos. El desconocer uno o más detalles del físico del sexo opuesto no ponen riesgo la estabilidad del matrimonio.
Acostarse para conocer a una chica es verdaderamente una locura. Aquí hay varias consideraciones a tener en cuenta:
Cada mujer es diferente en el cuerpo y en el corazón.
Cada encuentro con una mujer es una experiencia diferente.
La mujer se enlaza emocionalmente con quién comparte intimidad.
Sólo podemos conocer a una mujer en exclusiva, la propia.

La palabra “conocer” es una gran palabra en la Biblia. Se utiliza por primera vez en el libro del Génesis 4: 1: “Adán conoció a Eva, su mujer”. No se puede conocer nunca a una mujer sino a la propia mujer. Sólo se puede conocer a una mujer en el matrimonio, dentro de la atmósfera de fidelidad, en la que el acto sexual es una de las expresiones de amor.

¿No se corre un riesgo casarse bajo esta circunstancia? En realidad sí, pero bajo cualquier circunstancia el matrimonio es un riesgo. Pero este riesgo es más pequeño de lo que se piensa.

¿Qué ocurre en el corazón de una chica?
Consecuencias en su casa y en su círculo de amigos.
Marca profundamente para toda la vida a quienes se unen
Es muy difícil separa el pensamiento de este primer acto en el cual la mujer se entregó, aunque lo deteste más tarde, cuando ella se case con el que ame. Del mismo modo la primera mujer que el hombre ha seducido será un poco suya.
UNA MUJER CON FRECUENCIA NO SABE ESTO.

La virginidad no es un prejuicio moral sino una exigencia de la propia naturaleza. Si el joven supiera que la experiencia sexual es peligrosa para la chica que ama e incluso, a veces, fatal, dominaría su impaciencia, incluso en el caso que la chica pareciera dispuesta a entregarse o cuando fuese ella quien le invitara a él.

Jesús dijo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22: 39). Este es el segundo mandamiento del cual depende nuestra relación con el creador. Este mandamiento es el que empuja a ser responsable en tu comportamiento antes del matrimonio de manera mucho más profunda que la escuálida prohibición de las relaciones íntimas extramatrimoniales. El que menosprecie y traspase el mandamiento del amor, perjudica a su prójimo. ¿Quieres perjudicar a quien amas?

Si te relacionas sexualmente con una chica que no tiene grabada la imagen del matrimonio, te lanzas a una experiencia falsa. Esto falsea tu masculinidad, te engañas a ti mismo, y te arriesgas a una costumbre que será fuente de dificultades en el matrimonio.

Alejandro Dumas dijo: “Si te metes con una experiencia sexual con una chica digna de ti, es una lástima por parte de ella; y si la has tenido con una chica indigna de ti es una lástima por tu parte”.

Desde muy antigua la antropología a determinado que el hombre en principio fue monógamo y en los pueblos ancestrales las relaciones sexuales antes del matrimonio eran castigadas con severidad.

En todo caso la hayas conocido o no, la voluntad de Dios nunca deja de tener razón. Es clara e indiscutible, buena, agradable y perfecta. Dios sabe mejor que tú las condiciones de tu felicidad. No te engaña cuando quiere que no tengas más que a tu mujer.

Hacer “pruebas” no te enseña nada.

Los niños son un don, don de Dios. Son una gracia de Él. Si dios te concede esta gracia, no hay que perder de vista que la procreación no es el único fin del matrimonio. La unión conyugal entre el hombre y la mujer en un mismo ser ya tiene profundo sentido en sí misma.

Por ello el día de la boda debes hacer le a tu mujer, ante Dios, tu familia y amigos, la siguiente promesa: “Juro amarte y protegerte, vivir contigo en la verdad, permanecer a tu lado en los días buenos y en los malos, serte fiel hasta que la muerte nos separe”.

Después de la decisión de seguir a Cristo, la elección conyugal es la decisión más importante de la vida. ¡¡¡Que Dios te guíe!!!

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